viernes, 7 de octubre de 2011

Convivencia, identidad, responsabilidad


Aunque he tenido ocasión de hacerlo personalmente, quiero aprovechar la oportunidad que me brinda este blog para agradecer a la RSBAP mi nombramiento como Amigo de Honor y muy especialmente a su presidente, José María Urkia, con quien comparto además, con cierto pudor pero con elevado orgullo, la autoría del libro “Azkoitia, desde la Ilustración a la Innovación”. En la sociedad en la que vivimos el culto al conocimiento parece algo obvio. Sin embargo, en muchas ocasiones, prostituimos dicho concepto haciendo concesiones gratuitas y elevando el término de la información a la categoría casi de la sabiduría. Estar informado no equivale a ser culto. Vivimos en una sociedad informada, no tanto culta. Y, sin embargo, nunca ha habido tanto licenciado por metro cuadrado. Tampoco tanto indignado. Pero !ay del indignado que no mueve el culo! Tanto la información como la indignación nos han de llevar a aunar sinergias sencillamente para ser algo más felices, que creo yo que es para lo que hemos nacido, y a encontrar en el progreso un paliativo que nos alivie el día a día, perturbador en ocasiones.
Lástima que no consigamos nada poniendo un pie en el París de Sarkozy. En otros tiempos hubiéramos zampado ideas varias bajo la luna que ilumina el Sena. Con esto de la globalización somos todos uno o uno somos todos. Y los tropiezos y los dolores son para todos -todos los del primer mundo- los mismos.

Fueron precisamente los estudiantes, no sé si indignados, de uno de los primeros colegios de jesuitas, ubicado en Azkoitia, quienes descubrieron y difundieron el fenómemo ilustrado que derivó en un espectacular desarrollo del país de la mano de los Caballeritos de Azkoitia. Su lema fue libertad, igualdad y fraternidad. Yo reivindico hoy, en Azkoitia y desde Azkoitia, convivencia, identidad y compromiso. Dejan de ser palabras huecas en el mismo instante en el que las dotas de ejemplos prácticos y humanos.
Tenemos que crear ámbitos de convivencia, sin rendición alguna ante quienes deseen debilitar nuestra identidad pero con absoluta generosidad y total respeto, comprometiéndonos a constituir una sociedad más democrática y justa. La normalización política que se nos avecina exige estar a la altura de las circunstancias. Y fácil no lo va a ser. ¿Por qué? Entre otras cosas, porque, como bien explica Adela Cortina en “Ética de la razón cordial”, “las gentes somos más propensas a compadecer la desgracia que a compadecer la alegría”. Claro. Es más fácil llegar primero que llegar juntos. Ahí tenemos el reto.

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