Andamos revueltos. Las imágenes de los Mossos d’Escuadra “limpiando” la Plaza de Catalunya se asemejan mucho a las que hemos visto en los países árabes durante los últimos meses. Los primeros piden una democracia real, los segundos, una democracia a secas. Hay quien opina que el movimiento de los indignados del 15-M no va a ir más allá, y que no pasa de ser una diversión en nombre de la rebeldía juvenil, de gente que ha dejado de mover el ratón para acampar y hacer mover a otros, entiéndase políticos. También fue un fracaso el mayo del 68 en su momento, pero décadas más tarde sigue teniendo su eco, sin olvidar que fue el germen de ciertos movimientos como el feminismo. Más que una protesta protagonizada por obreros que se quedaron sin nada con que llenar los estómagos de sus hijos después de una bonanza económica, lo hemos escenificado como un grito de un grupo de hippies reivindicando “un estado de felicidad permanente”, adornados con flores de todos los colores y deseosos de dar y recibir mucho amor. Se consiguió que De Gaulle convocara elecciones sin alargar la agonía de muchos de sus ciudadanos. Puede que tengan que pasar años para ver los frutos del 15-M. Quién sabe. Mientras vengan los nuevos, al menos, que suenen los Beatles de siempre.
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