martes, 10 de agosto de 2010

Una tarde de toros

ASIER ARANBARRI. Portavoz de EAJ/PNV en Juntas Generales

Ni soy un aficionado a los toros ni un entendido. Mi única cita en los ruedos coincide con la Feria de San Ignacio de Azpeitia, a la que acudo una tarde al año, y con el pañuelo blanco en los bolsillos (por cierto nunca me atrevo a sacarlo).

Estuve hace unos días, muy bien acompañado por unos amigos, y esta vez acudí a la Bombonera con el propósito de salir con una clara conclusión acerca de si aquello era un espectáculo, una fiesta o una masacre en la que los gladiadores de la Antigua Roma se transforman en figuras dentro del traje de luces. Estoy convencido de que las corridas, pese a quien le pese, están condenadas a desaparecer. También se prohibió fumar puros en los frontones… Pero cuando vi al gran triunfador de la feria, a Aguilar, un joven que apenas supera la veintena y metro cincuenta de estatura frente a uno de los bestias que cría la famosa ganadería Palha, mirándose el uno al otro, la igualdad se hizo presente. El animal con sus cuernos afilados, el torero con su espada. Aguilar debió pensar que aquella era una bella tarde para morir, como le escuché decir una vez a José Tomás. Sorprende. Porque a la mayoría la muerte nos pillará en un momento en el que no nos viene nada bien, ¿verdad? Hubo cornadas ésa y la tarde anterior. También alguna vuelta al ruedo al toro. Supongo yo que en los mataderos no honrarán a ningún animal… Pero dejando a un lado la polémica que se ha creado en torno a los toros debido a su prohibición en Cataluña, lo que me llamó la atención es que Aguilar saltó a los ruedos dispuesto a todo. Con esa inocencia juvenil que tan poco nos dura en la vida. Las figuras con renombre no se la juegan en una plaza de tercera, al igual que no era lo mismo ver a Indurain en la Vuelta al País Vasco o en el Tour. En el toreo se ve claro. Tiene que demostrar más el recién iniciado. Tiene que salir a por todas. El Cid no toreó un Palha en Azpeitia, aunque tampoco se libró de una cornada. Un espectador lo calificó de exhibicionista porque tuvo que matar al toro con sus partes pudientes al aire, para gozo de alguna que otra señora. Pero a lo que iba. Lo que pasa en la plaza de toros –que los grandes en Azpeitia quieren gatos en lugar de toros- pasa en todos los ámbitos de la vida. Es el joven que quiere conseguir algo, quien más tiene que demostrar. Por eso, tenemos que confiar en nuestra juventud. Porque lo que vale es el esfuerzo. La capacidad de quien mira al de enfrente con humildad. Sin subestimarlo. De igual a igual. Y sin morir matando.

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