martes, 18 de mayo de 2010

Madrid, ¿capital de Euskadi?

ASIER ARANBARRI URZELAI Portavoz de EAJ/PNV en Juntas Generales de Gipuzkoa

Es huidizo como una anguila. Se escapa de todas. Cuando le toca levantar la voz para defender el blindaje del concierto económico, pronunciarse sobre la enmienda Florentino, que pone en jaque a empresas vascas de relevancia como Iberdrola o Petronor, o agilizar el traspaso de las Políticas Activas de Empleo se esconde mejor que la sorpresa del huevo Kinder. Lo que es delegar, Patxi López delega con maestría. Sin intromisiones. Desde la distancia y sin control remoto salvo la línea roja que marca el norte desde desde Madrid, esa sí, esa no para de funcionar. Los asesores de comunicación de Montilla prefieren que Zapatero no se le acerque en exceso, pero López sigue sin desencantarse de su talante. O de lo que queda de él. Definitivamente, los inquilinos de Lehendakaritza y Moncloa se parecen demasiado. El mismo optimismo. La misma verborrea. La misma ineficacia. Sólo que Zapatero, es él, quien quita y pone ministros como si fueran soldaditos de plomo cuando le viene en gana, mientras que a López se le marchan hasta viceconsejeros por su propio pie. Hasta 21 personas han renunciado en estos 12 meses de sus cargos, aunque para el lehendakari eso es algo “normal”. Y su gestión, ejemplar. Si tras el bofetón del Euskobarómetro en diciembre, salió diciendo que no habían sabido “vender bien”, ha aprovechado todas las entrevistas que ha podido para asegurar que su gobierno ha demostrado “capacidad de gestión” en este primer año de mandato socialista. Señor López, no es nada elegante subestimar y despreciar la labor de sus predecesores. Como diría alguno “no corra, que tenemos prisa”. Bastaba decir en ETB2 que los sueldos de los funcionarios no se van a tocar para que Zapatero los rebaje un 5% a los dos días. Así nos va en la inconsistencia. Como lehendakari, heredó una institución que se ha ganado a golpe de trabajo el respeto de todos los vascos. Representarlo exige cierta humildad a quien lleva el timón. De momento, el departamento de Celaá se enfrenta a otro día de huelga y su ansiada reforma lingüística queda pospuesta; la regeneración de Urdaibai pasa, según Pastor, por la construcción de un parador nacional; Empleo y Servicios Sociales sigue enzarzado en decretar “calidad de clima en el trabajo” ; industria se ha limitado a llevar a un puñado de empresarios a Brasil para decir que hasta el gobierno del cambio, los empresarios vascos sólo exportaban terror, y a impulsar Planes Renove y ayudas puntuales, que no dejan de ser meros parches. Pero Euskadi va bien. Menos para los 134.300 parados que hay. Sus días también tienen 24 horas para dar vueltas a la cabeza. Es cierto que comparativamente la situación de Euskadi es mucho mejor que la de España, en parte, porque en el estado, la destrucción de empleo se ha cebado en sectores poco cualificados. De modo que, aunque se disipen los nubarrones, no dejará de ser complicado recolocar a los más de cuatro millones de parados, que provienen, en gran parte, de la construcción. Y el efecto dominó, inevitablemente pesa. Y mucho. Zapatero y López han incurrido en adoptar medidas populares insostenibles a largo plazo, para, al final, tener que recular. Los más perjudicados, los funcionarios, los pensionistas y los futuros padres. ¡No ha llovido desde que Solbes torciera la nariz con lo del cheque bebé!. Socialismo de pon y quita. Demasiado tarde. Había que hacerlo antes del tirón de orejas de europeos y de Obama. Ya en 2008, Ibarretxe salió a la palestra presentando su plan anticrisis junto con los tres diputados generales, cuando algunos todavía pensaban que la que venía era una visión de Aramís Fuster.

Para crecer y crear empleo hace falta apostar por la innovación, por la internacionalización del tejido empresarial y por la formación, cuestión en la que tenemos una cojera alarmante. En otros países europeos, los desempleados cobran un subsidio alto, pero están obligados a reforzar su formación para que puedan acceder al mercado laboral lo antes posible. Y la pregunta del millón: ¿A dónde van a parar los miles de millones que nos descuentan de nuestras nóminas para formación? Una Euskadi que genera en I+D un 1,96% del PIB necesita trabajadores cualificados porque su gran fortaleza está en la capacidad de generar conocimiento, lo que se traduce en competitividad, presencia de empresas vascas en los países BRIC, generación de empleo y aumento de la renta real de nuestros ciudadanos.

Un plan anticrisis, como el de López, destinando 367 millones en ayudas, cuando se estimaba que hacían falta 3.000 millones, no ha servido de mucho, aunque se llevara algunos titulares anunciando que crearía 10.000 puestos de empleo. No se trata de crear puestos a base de impulsar acuerdos puntuales con ayuntamientos y subvencionar la contratación en el sector del comercio. No. La Diputación de Gipuzkoa, por ejemplo, ha invertido más de 100 millones para paliar los efectos de la crisis en personas y ayudar a la industria a la hora de hacer planes de rescate y reestructuración de empresas, lanzar nuevos productos e impulsar su internacionalización. Si no vendes en León, tienes que estar en Shangai o probar suerte en Nueva Delhi. Las instituciones no pueden ejercer la política de pan para hoy y hambre para mañana. Los planes anticrisis hay que visualizarlos como garantía de futuro, hacerlos con la suficiente antelación y, sobre todo, con mucha cabeza. Y tragando los partidismos, porque la unión hace la fuerza, y hace falta mucha, para que cada día haya un puñado menos de parados. En ese sentido, la Diputación sigue a rajatabla los cuatro ejes contemplados en su plan anticrisis: mantener la inversión (construcción del eje transversal Beasain-Durango y el desdoblamiento de la variante de Hernani, entre otras); contener el gasto corriente; incrementar el gasto social con la puesta en marcha de programas de inserción laboral de colectivos desfavorecidos, y mantener la solvencia financiera. Y lo hace desde la colaboración con el resto de instituciones y la iniciativa privada. Con menos fotos y más acción. Es verdad que estamos mejor. Pero porque hemos hecho los deberes y a diferencia de otros vimos de lejos las orejas del lobo. Aún así para hacer bien las cosas, el lehendakari López nos encontrará trabajando, siempre desde la humildad, responsabilidad y la satisfacción del trabajo bien hecho. Pero para ello hay que estar donde hay que estar, sin políticas sucursalistas, sin notoriedades superficiales ni buscando escapatorias y sobre todo teniendo el norte muy claro: Euskadi.

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