Las elecciones catalanas han dejado claro que sumar por sumar, dando la espalda a los votantes, no vale en política. Es como intentar mezclar agua con aceite. La gente odia los dobles discursos, tanto los embadurnados para atacar la oposición, como los que suenan a florituras si se exprimen un poco. A Mas le ha bastado con decir lo que venía diciendo. Sin recular ni correr. Sin menospreciar ni inflar nada. Sin mover ficha. Sin cambiar el mensaje. Y la nación catalana se ha revelado, mostrando su carácter a la brava, lo que le ha dado una victoria aplastante. Somos como somos. Si intentan aniquilar el nacionalismo distorsionando el juego democrático, tarde o temprano, el pueblo saca su instinto de supervivencia como perro herido.
Es su tercera noche electoral la que llevará a Mas a ser president del Govern. Sus dos triunfos anteriores, siendo primera fuerza en escaños, no le valieron más que para seguir sin salir de su camino, mientras otros iniciaban un trayecto a la deriva por hacer una lectura errónea de las urnas, como malos videntes de bolas de cristal, y peores visionarios del sentimiento mayoritario de los catalanes. Los independentistas se sumaron a los socialistas para derribar a CIU. ¿Podría ocurrir lo mismo en Euskadi? Hace ya años que Otegi dijo que estaba más cerca del PSE que del PNV. El tiempo dirá. Algo, por otra parte, totalmente legítimo en un escenario sin violencia. La izquierda abertzale tiene que sumar para debilitar la posición parlamentaria del PNV, bien sin despegarse del bloque soberanista o bien acercándose al PSE. Tienen que saber si priman la independencia o el socialismo. En cualquier caso, Cataluña nos ha dado una lección. Y López y Basagoiti deberían de hacerse alguna que otra pregunta. Si los votantes catalanes no perdonan el pacto catalán, les resbalará el pacto PSE-PP a los votantes vascos? También éstos últimos tienen que aclararse. ¿Son constitucionalistas primero y de izquierdas o de derechas después? ¿en qué orden se define cada cual? Al votante le interesa saberlo, por que no todos se conforman con mandar a la oposición al PNV.
Como dijo el propio Mas, el sentimiento de estado será importante pero no deja de tener una connotación meramente administrativa. El sentimiento de nación va más allá. Es el convencimiento de pertenencia a un pueblo, es el ser colectivo el que está en juego, y quien va contra eso, tiene todas las de perder. Por ello, es necesario un nuevo acuerdo bilateral que respete nuestra identidad y permita nuestro desarrollo como país sin bloqueos, sin trincheras.
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