martes, 2 de noviembre de 2010

Soberanía energética: con las lentejas no se juega

Vivimos en una sociedad saturada de información y deficitaria en cuanto a formación en muchas materias. Hay algo que nos cuesta mucho, y es el  cambio como consecuencia a una reflexión anticipada. El “porque siempre ha sido así” es una de nuestras máximas preferidas. Si por ley tenemos que dejar de fumar en sitios públicos o tenemos que comprar un descodificador para la vieja tele analógica, lo hacemos. Somos obedientes; Pero en general, los cambios, fruto de una mentalidad visionaria, nos producen urticaria, por muy innovadores que nos creamos.  Digamos que somos de digestión difícil porque cuesta ver más allá de lo inmediato. Y como siempre digo en mi blog, es justo lo contrario lo que exige el mundo actual. Como no vivimos tan mal, mejor no tocar nada. Pues tampoco es así. Pero tenemos la mala costumbre de reconocer lo que está bien hecho demasiado tarde. Ahora resulta que una de las grandes obras de los 90 a nivel mundial es el Guggenheim de Bilbao y nosotros sin creérnoslo hasta hace dos días. Y pasará lo mismo con el TAV, si no, ahí tenemos el ejemplo de la A-15 Donostia-Iruña. Tantos noes para andar después todos por esta carretera. Luego todo el mundo se apunta a caballo ganador sin mirar atrás. Lo hacemos todos los días.

Pero siempre hay gentes que pisan el acelerador y nos abren el camino a base de interrogantes, aunque nos pongan en un aprieto, porque buscar las respuestas exige abrir mentes y debates. Una de las reflexiones pendientes en Euskadi es en torno a la energía, las posibles apuestas por hacer y el nivel de autonomía energética al que podemos aspirar a llegar. Y es que lo que está en juego son nuestras lentejas y con las cosas de comer no se juega. ¿Cuál es el problema? Que el petróleo barato se va a acabar. El barril irá subiendo de precio, bien porque los pozos se están secando y aunque todavía los hay, resulta cada vez más caro extraer el crudo. Por otro lado, más del 80% de la energía se produce a través del gas y el carbón. Si seguimos así los futuros o futurísimos turistas de Perito Moreno no podrán tomarse un whisky con hielo del glaciar como se ofrece en una de las embarcaciones para visitantes. Se habrán derretido los hielos del planeta. Por lo tanto, ¿por dónde vamos a tirar? ¿vamos a pensar que estaremos muertos y punto? Ahí están las energías renovables. No nos solucionarán todo el problema, pero sí parte. Estamos condenados a ser sostenibles, si queremos que nuestros hijos hereden un mundo no menos decente del que conocemos. Se lo debemos. Y la solución está una vez más en la propia naturaleza. Hace viento en Euskadi, tenemos ríos y árboles, y el sol sale todos los días. Se han dado pasos. Es verdad. Muchos de los edificios públicos cuentan con placas solares para obtener agua caliente sanitaria y electricidad a través de los paneles fotovoltaicos, gracias a acuerdos entre Ayuntamientos y el Ente Vasco de Energía. Pero hay que ir más allá cuando estamos viviendo los mayores picos de consumo de energía de todos los tiempos. No nos tenemos que ir lejos para buscar ejemplos. En iparralde, las viviendas son mucho más sostenibles que a este lado del Bidasoa. Guardan mejor el calor en invierno y son más frescas en verano. Tampoco queremos esculturas eólicas en el Izarraitz. Pero, como un buen amigo mío dice, ¿cuántos muertos hay en Euskadi por impacto visual de los molinos eólicos? La fuente eólica no es ecológica visualmente, pero es inagotable. Desde luego, sí habría que hacer un mapa de los emplazamientos más idóneos, sin esperar a que la dependencia energética nos suponga un 10% de nuestro PIB. Hoy nos lleva un 3%. La solución, seguramente, no está en una sola fuente de energía, sino en el aprovechamiento de todas ellas en diferentes proporciones. Lo siento. No hay que ser un entendido en la materia para saber que somos pobres en muchas cosas. En energía desde luego, sí. Y cuanto más gastamos, más nos empobrecemos. Vivimos enchufados a todo lo que se mueve. Si pudiéramos aparcaríamos en el interior de la misma panadería, no apagamos las luces ni aunque nos molesten y sólo nos acordamos del dióxido de carbono emitido cuando hablamos de la incineradora. Sí, nuestra huella de carbono es inmensa. Y sólo producimos el 3% de lo que consumimos. Habrá que analizar cómo ser más soberanos energéticamente, si queremos mantener este nivel de vida. La energía no solo tiene que ver con el calentamiento global, que cuando nos suena el despertador nos puede importar dos churros, si no, con nuestras lentejas y bolsillos. Pero siempre hay una solución. Hay que saber cuál es la mejor. En Azkoitia, por ejemplo, desde Loiola Berrikuntza Fundazioa queremos hacer un estudio para aprovechar la energía mini hidráulica, gracias a los saltos de agua del río Urola. Nuestra idea es poner en marcha la instalación con el fin de obtener la suficiente energía para cubrir el consumo del alumbrado público. No es nada nuevo. La energía cinética generada por la gravedad se viene usando desde hace un montón de años para la producción de electricidad, principalmente, para molinos. En Noruega, EE.UU. o Canadá han apostado también por la energía eólica marina. Aquí, podría ser una buena opción para el puerto de Pasaia. También podríamos hacer un buen uso de la biomasa en Euskadi. En los países poco industrializados, la biomasa sigue siendo la fuente principal de energía. Por lo tanto, soluciones las hay. A nivel de proyectos, desde las instituciones, se podría impulsar, por ejemplo, la reconversión de los taxis o de los vehículos de reparto en vehículos eléctricos. Tienen una autonomía de unos 160 km. En desplazamientos más largos hay que cambiar de batería, pero las estaciones actuales de combustible podrían valer para ello. Pero para los cortos, con el enchufe del garaje sería suficiente. No nos podemos escapar de este debate. Y debemos enfrentarnos a él sin prejuicios ecológicos y con argumentaciones de fondo. Hay que proteger la naturaleza. Es indiscutible. Ni puede ser todo cemento, ni puede ser todo verde. Pero parte de nuestra economía pende de la soberanía energética de Euskadi. Y también de esto hay que hablar en Madrid al igual que lo ha hecho el PNV, consiguiendo poner fecha al cumplimiento íntegro del Estatuto de Gernika, aunque más que por convicción sea por necesidad. A eso se le llama hacer país, más país. Cuanto menos dependiente sea Euskadi energéticamente, menos vulnerable será a los volátiles precios internacionales del petróleo y del gas. Por lo tanto, es importante que esa decisión no esté en manos ajenas y en mentes lejanas a un nacionalismo que ha hecho del autogobierno una herramienta de progreso. Es un paso histórico, aunque no el definitivo. La pregunta es: ¿Estamos dispuestos a lavar nuestros vaqueros a mano, a abandonar los móviles o a coger la bicicleta siempre que sea posible? Si la respuesta es sí, entiendo la duda y la critica. Si la respuesta es no, tenemos un problema. Hemos cambiado el cubo de basura, pero creo que ni las mejores campañas de sensibilización nos harían cambiar nuestro estilo de vida si eso supone menos desarrollo tecnológico. ¿Me equivoco? Por tanto, a pensar que eso no cuesta dinero. Beti aurrera.

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