martes, 23 de marzo de 2010

José Antonio Agirre, como me lo han contado

ASIER ARANBARRI URZELAI Portavoz de EAJ/PNV en Juntas Generales de Gipuzkoa

Nuestra historia personal no empieza con una hoja en blanco. Sencillamente, con nosotros, conmigo y contigo, se sigue engrosando el libro. La pluma se coge o se deja. Ahí radica la libertad. Vivimos pensando en que hemos nacido para hacer algo, que estamos haciendo algo. Pero ese “algo” no es una semilla que da frutos de un día para otro. No estoy hablando de comprar anchoas. Ese “algo” viene de atrás. Otros lo han hecho antes. Otros han sentido la necesidad de hacer “algo” antes. En mi familia, ese “algo” siempre ha rondado en torno al nacionalismo. Un nacionalismo entendido como puro sentimiento por un pueblo. No como un nacionalismo romántico excluyente. Un sentimiento germinado en mí, como no cabe de otro modo, al calor de los míos. Un sentimiento que sale por cada uno de mis poros. No un sentimiento ajeno ni impuesto. He mamado ese “algo” empezando por dos mujeres de mi familia a las que siempre les he echado mucho de menos en mi cocina. Lamentablemente, su presencia y la mía en este mundo han coincidido durante un periodo de tiempo excesivamente breve. Hablo de las hermanas de mi aittitte Justino. De Julene y Joaquina Urzelai –Joakiñe en casa-. Julene, excelente oradora y miembro de la organización de mujeres nacionalistas Emakume Abertzale Batza anduvo de mitin en mitin en tiempos de la república. Le acompañaba su hermana. Tras el bombardeo de Gernika, Julene se exilió a Venezuela y no volvió a Euskal Herria en treinta años. La última vez que estuvo en nuestra casa, yo apenas tenía diez años. Pero tengo la impresión de que la conozco muy bien, porque la transmisión oral siempre ha funcionado en mi casa. Las tertulias familiares han hecho de ella, una referencia para mí.

Julene conocía bien a José Antonio Agirre. Contaba mi abuelo que le definía como un hombre “arrollador, vigoroso, ferviente nacionalista” y empleaba términos como “descubrimiento” o “revelación”. Según mi izeko, antes que nada era “todo sentimiento”. Un líder. Apasionado y lúcido. Polifacético. Un europeísta convencido. A él le debemos un nacionalismo integrador con proyección internacional de amplia base social y conectado con la sociedad civil, un escrupuloso respeto a los derechos humanos, su gran trabajo con la políticas sociales más avanzadas. En definitiva, un modelo muy actual de construcción nacional y social con una clara vocación europeísta.

Ahí están las biografías. Un hombre revolucionario. Un adelantado a su tiempo en su empresa familiar de chocolates, -cuyos empleados tenían asistencia médica y vacaciones pagadas-, y en Nueva York. Jugador del Athletic, alcalde de Getxo, diputado en las cortes… Primer lehendakari vasco. Hoy, 22 de marzo, se cumplen 50 años de su muerte en París y su discurso sigue totalmente vigente. Hoy, más que nunca, me uno a su causa. A él le debemos conceptos como “soberanía” e “independencia”, aunque no le dio tiempo a desarrollarlos. Y aquí seguimos, dándole vueltas a lo mismo. Como decía “contra los pueblos en marcha no hay lucha. O se transige o se pierde. Por eso nosotros miramos hacia delante con fe y seguridad”. Son este tipo de hombres los que han venido escribiendo mi libro. Porque entre Gernika y Nueva York, está también mi casa.

Leer más...