jueves, 26 de noviembre de 2009

¿Quién protege a la clase media?

ASIER ARANBARRI URZELAI Portavoz de EAJ/PNV en Juntas Generales de Gipuzkoa

Nunca había existido una crisis tan fácil de entender y tan difícil de resolver. Las medidas económicas hasta ahora adoptadas han sido lo bastante estériles como para impacientar a la ciudadanía e irritar a los gestores. Hemos pasado de consumir con mínimas dosis de sentido común a llenar el carro con productos de marca blanca. En esta coyuntura la responsabilidad del político apela a arrimar el hombro y buscar consensos que nos lleven lo antes posible a un mejor escenario, aunque no sea el que más nos guste. Urge salir de la crisis. De ahí que hayamos alcanzado un acuerdo presupuestario en Madrid y un acuerdo de estabilidad en las instituciones vascas. Ahora bien, el ejercicio de nuestra responsabilidad no nos nubla la visa. Todo ello no nos exime de ser críticos en ámbitos como el de la política social, planteamientos fiscales o inversiones públicas que piden a gritos una reflexión y una puesta en común de las diferentes directrices a seguir de cara a futuro.


Esa premisa me lleva a lanzar una pregunta: ¿Quién protege a la clase media?

La protección de la clase media es la única garantía para la inserción social de los más pobres. O dicho de otra forma, si se desatiende a la clase media, es decir, a la gran mayoría cuando el dinamismo social descansa precisamente en ella, se está acentuando la pobreza de una sociedad. Y es lo que puede pasar si el presidente Zapatero y por extensión el lehendakari López y su gobierno rehúsan realizar reformas económicas y sociales a todas luces necesarias para que no se diluya esa gran masa social -ésa que surgió en cuanto las familias comenzaran a ahorrar y a consumir después de la posguerra- entre los que reciben subsidios y los que buscan paraísos fiscales para colocar sus riquezas.


La clase media, sin acceso a las ayudas ni tarjetas de crédito oro

Y vuelvo a repetir la pregunta, que bien merece una reflexión: ¿Quién protege a esa gran mayoría que está un escalón por encima de ser mileurista pero que de ninguna manera puede acceder a un piso de 360.000 euros?;¿O a aquellos padres que tras pasar la vida trabajando se encuentran con que tienen que pagar la matrícula de la universidad de sus hijos sin que puedan acceder a ninguna beca?, ¿Qué pasa con todos ellos?. ¿Y quién se supone que forma parte de la clase media? El que tiene piso, coche y vacaciones responde uno. Un piso de dos o tres habitaciones, un utilitario sin seguro “a todo riesgo” para desplazarse al centro de trabajo y billetes de Vueling Bilbao-Málaga para agosto. El que puede, de vez en cuando, cenar fuera de casa o permitirse pagar clases particulares de inglés a sus hijos.

Los planes Renove y subvenciones varias dirigidas básicamente a la clase media, no bastan. Hay que saber quiénes son los pobres, porque son los más necesitados. Pero, ¿porqué no preocuparnos también en identificar a los ricos riquísimos? Claro, ellos se pueden permitir tener todas las viviendas e inmuebles deseados perfectamente blindados y a nombre de un sinfín de sociedades, mientras que la gran mayoría con una segunda vivienda, adquirida con sacrificio de años y años, es la que tiene que responder ante hacienda. Si el estado o el gobierno de turno se olvidan de toda esta gente, ¿cómo pretendemos erradicar la pobreza?, ¿siempre a costa del pequeño ahorrador? ¿con más y más subvenciones cuando sabemos que la vaca está a punto de agotarse?


Una política fiscal que proteja al pequeño ahorrador

Todas las medidas que podamos consensuar, para minimizar los efectos de la crisis entre la clase media, serán pocas, pero por algo hay que empezar. Por ello, en Gipuzkoa, -no hay que olvidar que la fiscalidad compete a las diputaciones- desde EAJ/PNV, entre otras medidas hemos acordado la supresión del Impuesto de Patrimonio, como un estímulo más para el ahorro y la inversión.

De la misma manera que son injustos los incentivos indiscriminados como los 400 euros -¿dónde está la progresividad?-, también es injusto ahogar a esa clase media a la que le dejan fuera de todo tipo de ayudas y sin embargo, es a la que se le está pidiendo que saque las castañas del fuego. Si no, vamos a una bipolarización entre ricos y pobres.

No queremos pobreza en Euskadi. No queremos colas en Cáritas. No queremos que una parte de la sociedad se vaya quedando en las cunetas, cuando otros corren con ventaja. Ni que nos veamos en la necesidad de realizar proyectos urbanísticos novedosos, como lo han hecho en Barcelona, para que los indigentes no puedan tumbarse en los bancos ni mear en cualquier esquina. Para alejarse de ese escenario, la mejor manera es hacer fuerte a nuestra clase media.

Una clase media que ahorra y consume también tiene el suficiente poderío para arrastrar hacia ella a los más desfavorecidos. Tiene capacidad para ir absorbiendo y mermando poco a poco a ese grupo de personas que mayores dificultades puede tener. La clase media puede tener la llave –si es que se le ayuda- para salvar a los que están realmente pasando mal. Pero para repartir, primero hay que generar. Eso es precisamente lo que hemos conocido en Euskadi. Trabajadores autónomos que por su buen hacer han podido dar una mejor vida a sus descendientes, empresas familiares que se han hecho grandes gracias a gente que aún acomplejada ante la palabra “empresario”, sigue con las mangas de la camisa remangadas para lo que haga falta, y trabajadores que se toman en serio su empleo. ¿A qué nos ha llevado todo ello? A una sociedad que ha sustituido sus abarcas por zapatos. Pero con o sin zapatos, nuestra clase media ha demostrado la misma capacidad de superación que aquel que no conoció en su vida más que abarcas para vestir sus pies y murió con la dignidad de haber dado de comer cada día a una familia de no sé cuantos hijos. Es lo que somos. Y queremos seguir siéndolo. ¿O no?


Una mención a los autónomos

Y metemos en el mismo saco a los autónomos, tanto los de autoempleo, como los que tienen pequeños negocios con dos o tres empleados. Tenemos que resaltar que estos asumen el riesgo empresarial (ventas y cobros), que como trabajadores tienen derecho a una contraprestación adecuada a su esfuerzo, que soportan gran parte del empleo en nuestra sociedad, y que los que tienen hasta tres empleados soportan mas del 40% del empleo total. En situaciones de crisis como la actual, son los autónomos quienes están aguantando el empleo (trabajan codo a codo con sus colaboradores) a pesar de la caída de sus ventas y márgenes, están convencidos de la viabilidad de sus negocios y extreman sus dedicación a su quehacer, sin recurrir a cálculos fríos de despidos y bajas de empleados, a quienes consideran parte de su entorno. Cuando llega el ciclo bajo reinvierten en su negocio todo lo que han ganado en las épocas buenas, y vuelta a empezar. Personas comprometidas con su trabajo, trabajadores como los que más, que asumen tener que sufragar por su cuenta: vivienda, educación de los hijos (sin ayudas), eventual desempleo propio, pensiones futuras, y con acceso limitado a ayudas sociales. Es una realidad que merece un reconocimiento y precisa de apoyos también a nivel fiscal.


Las cifras no cuadran

Mientras hemos ido dejando las abarcas, no hemos parado de mejorar nuestra calidad de vida. Ni de gastar lo que no teníamos. Pero para los más pesimistas, esta crisis que nos ha tocado vivir es un indicio del declive de esta sociedad del bienestar que hemos creado. Ante este desolador panorama, hay quien augura que el gobierno español acabará por legalizar la marihuana para que la gente esté algo más contenta. Dicha ley tendría más coherencia con algunas decisiones que toma el gobierno español y que se enmarcan en el relativismo absoluto. Frente al todo vale del presidente Zapatero algunos pensamos que no todo vale y que unas cosas están bien y otras mal. Y lo que especialmente está mal es engañar a la ciudadanía. Llamar a la crisis recesión o publicitar un sistema de protección social a la larga insostenible si no se cuida a la clase media.

Porque uno tiene la impresión de que el presidente Zapatero está argentinizando España. Y con el lehendakari López podemos correr el mismo riesgo si no actuamos con responsabilidad. Los valores del esfuerzo, el compromiso, la cultura de hacer las cosas cada vez mejor, la satisfacción por la tarea bien hecha, la autonomía en hacer realidad los proyectos profesionales de cada uno, la asunción de riesgos, etc.., forman parte de lo que hasta ahora ha entendido nuestra sociedad como elementos básicos de distinción y forma de ser de nuestros conciudadanos.

Hoy parece que esto está demodé. El pelotazo, el conseguir ayudas de donde sea, sin esfuerzo alguno por corregir la situación, el fraude para conseguir ayudas públicas, se están convirtiendo en el modelo a seguir para las nuevas generaciones (mal camino), no sólo por que su viabilidad esta en entredicho a futuro, sino porque estamos empobreciendo a nuestra comunidad. La equidad social, y la redistribución pública de bienes necesarios para la supervivencia, son principios asumidos por todos los agentes públicos, pero de ahí a establecer el marco de ayudas públicas como un permanente mercadeo para salvar la situación a corto, sin corregir los verdaderos problemas que llevan a estas situaciones, hay un gran techo. No hay que confundir medios y fines.

Uno de los problemas es que entre todos tenemos que asumir ese gran y necesario coste de las prestaciones sociales. Y es que por ejemplo, en menos de diez años, una de cada cuatro personas de Euskadi va a tener más de 65 años. Si a esa bolsa añadimos el colectivo de personas que viven de subsidios por falta de fuente de ingresos, por muy austeros y solidarios que seamos, las cifras no van a cuadrar sin mermar este estado de bienestar hasta ahora conocido.

Con la crisis actual un tema que sale a colación es precisamente a quién, cómo y porqué dar las ayudas sociales correspondientes. El perfil del solicitante está cambiando a marchas forzadas. Lo que tenemos que lograr entre todos es precisamente reducir el número de potenciales solicitantes y ser más rigurosos en el control para que reciba las ayudas quien realmente los necesita. En este sentido es necesario un mayor seguimiento para que las ayudas sociales sean justas y nuestro sistema europeo de protección social de la que tan orgullosos tenemos que estar, sea sostenible. Ya que si no es sostenible no es justo.

En este sentido tenemos que trabajar mucho y bien para que los que realmente más necesitan puedan salir del agujero en el que se encuentran y hacer así entre todos una sociedad cada vez más justa.


VPOs en alquiler

Desgraciadamente nos hemos habituado a ver situaciones que no tienen otro calificativo que injustas, son parte de la picaresca social frente a las políticas de la instituciones. Como si las instituciones tuvieran dinero propio. Mientras no me pillen…O ¿Tiene lógica que en un parking de un edificio de protección oficial haya BMWs?; ¿que el adjudicatario de una VPO decore su hogar con mobiliario de Roche Bobois, cuando muchísimas personas mayores que viven solas siguen sin cambiar la bañera por una ducha por falta de recursos (aunque también hay ayudas para ello)?; ¿qué una familia agraciada con una VPO pueda permitirse el lujo de adquirir luego un piso en Jaca o en La Rioja?; ¿o que una persona que rechace ofertas del INEM siga cobrando un subsidio?

Alguien pensará que son leyendas urbanas pero todos conocemos algún que otro caso que por los menos nos tiene que servir para mejorar en la gestión de nuestras prestaciones sociales para que realmente lleguemos a los más desfavorecidos.


Más control sobre las prestaciones sociales

Estoy completamente de acuerdo en que hay que mejorar las prestaciones sociales. Pero quiero que sean justas. Ya que, a veces, tengo la impresión de que hay una minoría que tiembla cuando le llaman de la oficina de empleo. ¿Cuál es la palabra clave? Control, seguimiento y justicia. Las autoridades deben llevar un control riguroso a la hora de otorgar dichas ayudas, para que aquel que pasa ocho horas trabajando para sacar a su familia adelante y contribuir a la sociedad no tenga la tentación de abandonarlo todo ni se le quede cara de tonto ante ese tipo de injusticias. El político está para gestionar bien los recursos públicos. Habría que preguntarse si una determinada ayuda para personas desempleadas que no cobran del paro puede desincentivar la inserción laboral, cuando puede haber muchísimos trabajos peor remunerados. Otra discusión es si puede haber trabajos tan mal remunerados y precarios. Pero a ello nos dedicaremos en otra ocasión.

Tampoco es deseable caer en el tremendo error de meter a todos en el mismo saco. Por ejemplo es de una descomunal injusticia el comentario ese, con respecto a los inmigrantes de “¿cómo se van ir de aquí si se les da todo?, ¿ Y para nosotros qué?”. A los emigrantes hay que exigirles derechos y obligaciones. No puede haber diferencias. Hay que buscar la fórmula para que los beneficiarios de dichas ayudas, independientemente de su nacionalidad, reinviertan en la sociedad con labores sociales. Forma parte de la conciencia social. Habría que buscar la manera de canalizar, por el bien de la sociedad, toda esa energía que corre por las venas de la gente que está recibiendo una ayuda social. Podrían, se me ocurre, hacer compañía a las personas mayores durante unas horas, ayudar a los emigrantes a que aprendan euskera o a que puedan desenvolverse a la hora de realizar cualquier trámite administrativo, o echar una mano a asociaciones voluntarias como Donantes de Sangre, Cruz Roja, etc.


Y es que está demostrado que lo que no cuesta, no se valora.

Y todo ello porque queremos que nuestros mayores tengan la suficiente asistencia domiciliaria para que sigan viviendo en sus casas, para que podamos conciliar realmente la vida familiar y la laboral, para que nuestros hijos e hijas tengan una plaza en la escuela infantil o para que sigamos estando orgullosos de nuestro sistema sanitario público.

Hasta aquí hemos llegado. Como verá el sufrido lector son unas reflexiones o generalidades que este humilde portavoz del EAJ/PNVen las Juntas Generales de Gipuzkoa quiere compartir con sus electores. Con una única finalidad, construir desde un nacionalismo moderno e integrador una Gipuzkoa mejor donde TODOS tengamos cabida.

Mila esker.


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