ASIER ARANBARRI URZELAI Portavoz de EAJ/PNV en Juntas Generales de Gipuzkoa
Con esto de los EREs se han evidenciado dos conductas bien diferentes. Opuestas, mejor dicho. Muchos querrían trabajar más horas y no tienen opción. Se sienten responsables, preocupados. Otros, por lo bajini, creen que salen ganando. Ahora tienen tiempo para salir en bici entre semana o disfrutar de un largo fin de semana que comienza el jueves a la tarde.
No digo que yo, en su lugar, no haría lo mismo. Pero no me puedo quitar de la cabeza que, si queremos salir de este agujero, algo más tendremos que poner de nuestra parte. Y supongo que entre todos, será más fácil. El mundo ha cambiado. No volverá a ser lo que fue. Y parece que no nos queremos dar por enterados. Ése que sale a pedalear seguirá volviendo a su mismo puesto de trabajo hasta que pueda. Y como él, otros cientos y cientos.
Si no hay trabajo, la empresa manda a casa a sus empleados y éstos –no todos- se lo toman como tiempo de ocio. La empresa no ahorra casi nada pero se evita tener a su plantilla mirando a las musarañas. Es así como está planteado el sistema. La culpa no es de los trabajadores. Es así, y hasta que no han llegado las vacas flacas aquí no ha pasado nada. Ahora, en cambio, las empresas, si echan al personal, ambas partes salen perdiendo. La empresa a un trabajador, posiblemente cualificado, y el dinero que le cuesta. El trabajador pierde su empleo y su sueldo. Y si la empresa decide no despedir a nadie, posiblemente se encuentre con el siguiente panorama: no echo a nadie pero a costa de perder dinero, dinero que no puedo invertir para buscar nuevos mercados, única forma de salir bien parados de ésta.
En otros países europeos, por el contrario, durante el periodo de desempleo, por ejemplo, el parado cobra un subsidio alto pero por un plazo de tiempo mucho más corto que aquí, y durante ese tiempo está obligado a seguir con su formación. Es decir, se le dice: “te pagaremos bien, pero tú verás porque esto se te acaba y tendrás que mover el culo para encontrar trabajo. Además, como el trabajo no cualificado cada vez vale menos y nos sirve de poco para poder ser competitivos e irrumpir en nuevos mercados, no tienes más remedio que formarte si quieres que te hagamos un hueco en el mercado laboral”. Dicho así, suena crudo. Pero el asunto chuta. ¿Qué pasa en España? Que en lugar de invertir en formación y preparar a la gente, y subvencionar a empresas tractoras que muevan los mercados emergentes, -cosa que sí se está haciendo en Gipuzkoa desde Gipuzkoa Aurrera- el presidente Zapatero está otorgando ayudas a gente que está en el paro pero que de ninguna manera va a poder crear empleo. A priori, parece que está muy bien, pero os suena aquello de “enseñar a pescar, en lugar de dar peces”? Incluso la ministra Garmendia decía el otro día que no cree en el “café para todos”. Entonces, ¿qué está haciendo su presidente?
Es innegable que la gente demanda ayuda, pero, una mala gestión de las mismas, lo único que consigue es una cronificación atroz del desempleo, máxime cuando en España la destrucción de empleo se ha cebado en sectores poco cualificados y de un valor añadido mínimo. Por lo tanto, cuando las aguas vuelvan a su cauce y la situación mejore, a esos cuatro millones y pico de parados les resultará todavía más complicado buscar trabajo. Cosa que, en teoría, no nos ocurre a nosotros porque nos salva la industria.
Si algo bueno tiene la crisis es que quizás empecemos a valorar el trabajo. ¿Cómo hacerlo mejor? Todo funcionaría de otra forma si el que sale en bici se esforzara por cimentar su formación con el aliciente de tener a su alcance siempre un trabajo mejor o al menos la posibilidad de ser parte activa del mercado laboral. Yo, nosotros, los políticos tenemos que hacer que esos cauces funcionen impulsando, por ejemplo, la formación. Al igual que esos millones de parados, los políticos no vamos a crear puestos de trabajo, pero sí podemos ayudar a levantar un nuevo escenario en el que la gente en paro, se quede en casa un periodo de tiempo mínimo.
Al igual que hay dos tipos de trabajadores ante un ERE, hay dos modelos totalmente contrapuestos a la hora de gestionar las ayudas. Dos modelos con dos tipos de consecuencia distintas. Lo de Zapatero lo define bien un viejo refrán euskaldun: “Dagoenean bon-bon, ez dagoenean hor konpon”. ¿Es así como piensa sacar a España de la crisis? Me gustaría saber donde se mete los millones que nos descuentan de nuestras nóminas para pagar la cuota por formación.